Aquí os dejo cuentos para niños que trabajan valores:
La nube avariciosa:
El cuentito:
Érase una vez una
nube que vivía sobre un país muy bello. Un día, vio pasar otra nube
mucho más grande y sintió tanta envidia, que decidió que para ser más
grande nunca más daría su agua a nadie, y nunca más llovería.
Efectivamente, la nube fue creciendo, al tiempo que su país se secaba. Primero se secaron los ríos, luego se fueron las personas, después los animales, y finalmente las plantas, hasta que aquel país se convirtió en un desierto. A la nube no le importó mucho, pero no se dio cuenta de que al estar sobre un desierto, ya no había ningún sitio de donde sacar agua para seguir creciendo, y lentamente, la nube empezó a perder tamaño, sin poder hacer nada para evitarlo.
Efectivamente, la nube fue creciendo, al tiempo que su país se secaba. Primero se secaron los ríos, luego se fueron las personas, después los animales, y finalmente las plantas, hasta que aquel país se convirtió en un desierto. A la nube no le importó mucho, pero no se dio cuenta de que al estar sobre un desierto, ya no había ningún sitio de donde sacar agua para seguir creciendo, y lentamente, la nube empezó a perder tamaño, sin poder hacer nada para evitarlo.
y que su avaricia y egoísmo
serían
la causa de su desaparición,
pero justo antes de evaporarse,
cuando sólo quedaba de ella un suspiro de algodón,
apareció una suave
brisa.
La nube era tan pequeña y pesaba tan poco,
que el viento la llevó
consigo mucho tiempo
hasta llegar a un país lejano, precioso,
donde
volvió a recuperar su tamaño.
Y aprendida la lección, siguió siendo una nube pequeña y modesta,
pero dejaba lluvias tan generosas y cuidadas, que aquel país se
convirtió en el más verde, más bonito y con más arcoiris del mundo.
El cuentito:
Había una vez un cuento cortito, de aspecto chiquito, letras pequeñitas y
pocas palabritas. Era tan poca cosa que apenas nadie reparaba en él,
sintiéndose triste y olvidado. Llegó incluso a envidiar a los cuentos
mayores, esos que siempre que había una oportunidad eran elegidos
primero. Pero un día, un viejo y perezoso periodista encontró un
huequito entre sus escritos, y buscando cómo llenarlo sólo encontró
aquel cuentito. A regañadientes, lo incluyó entre sus palabras, y al día
siguiente el cuentito se leyó en mil lugares. Era tan cortito, que
siempre había tiempo para contarlo, y en sólo unos pocos días, el mundo
entero conocía su historia. Una sencilla historia que hablaba de que da
igual ser grande o pequeño, gordo o flaco, rápido o lento, porque
precisamente de aquello que nos hace especiales surgirá nuestra gran
oportunidad.
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